El pasado miércoles, después de
realizar y enseñar nuestros dípticos sobre el movimiento (no) educativo,
realizamos un debate en los que una parte de la clase defendía que el
movimiento era educativo, y otra parte defendía que el movimiento no era educativo.
Después de realizar este debate,
hice mis propias conclusiones:
La primera de ellas: me di cuenta
de que la pregunta ¿es el movimiento educativo? Puede resultar similar a una
pregunta tan ambigua como… ¿es la vida fácil? Y la mejor respuesta que se puede
dar es DEPENDE. Despende de qué vida, de quién la viva, y qué suceda en esa
vida, igual que depende de qué movimiento, de quién realice ese movimiento y
qué suceda mientras se realice. Por tanto, para mí, debatir sobre este aspecto
puede enriquecernos de nuevas ideas y puntos de vista, pero se puede convertir
en un debate infinito.
La segunda de ellas: aunque
queramos plantear actividades educativas, y sigamos diferentes criterios para
conseguirlos (como se muestra en el artículo de Arnold), siempre dependerá a
quién va dirigidas y de las experiencias previas de estas personas. En la
actividad física se dan situaciones ambiguas de analizar, en las que
dependiendo de las personas se puede disfrutar realizándola o bien convertirse
en una situación no placentera (y, por tanto, no educativa según Arnold).
La tercera: En clase la primera
idea que surgió fue la de los estadios de (sobre todo) fútbol, en los que los
espectadores insultan al árbitro, y en donde es habitual ver a jugadores pegándose
entre ellos. Ahí, todos coincidimos en que hablamos de que el movimiento no
puede llegar a ser educativo, ya que no transmite los valores moralmente
aceptables. Otra idea que surgió de un compañero fue que, considerando el
deporte en este caso solo a los jugadores, sin contar entrenadores ni
espectadores (movimiento “puro”) el movimiento sí es educativo. En mi cabeza en seguida surgió la imagen del
creciente boom del running. Una persona, que nunca en la vida había corrido, se
une ahora a la tendencia de salir a correr por la calle…lo que, según la idea
anterior sería un movimiento “puro”. ¿Pero no constituye esto una forma de
control social? ¿No ha influido de forma total la sociedad en la decisión de
empezar a correr? ¿Se puede considerar que esta influencia en la sociedad
constituye una estrategia de marketing para crear y vender nuevas marcas de
zapatillas, ropa, pulsómetros, etc?.... ¿es, por tanto, educativo? Quizá sea
enrevesado pensarslo, pero sin duda puede dar respuesta a si todo movimiento considerado
“puro” puede ser educativo.
Por último, otro compañero
utilizó el ejemplo de los estadios, para darle la vuelta al argumento, y expuso
que, de darse esta situación, si el niño lo ve también puede tener una visión crítica,
o bien a alguien que le haga ver que eso no se debe hacer. Por tanto, siendo
así, el movimiento sí sería educativo. De aquí, extraigo que dependiendo del
proceso de socialización realizado durante la vida, y de las personas que
rodean a una persona, el movimiento puede llegar a ser educativo o no. Ante una
situación aparentemente no educativa, si se es capaz de ver las cosas buenas y
aprender de ellas resultará ser una situación beneficiosa y educativa. Si bien
es cierto, que de niño no se puede llegar a ser capaz al 100% de tener esta
visión de las cosas, se hará imprescindible el papel de otras personas para
poder en un futuro aprender y ser educado en situaciones no ventajosas. En
seguida, viene a la mente el papel de las familias, ya que constituye el primer
agente socializador que se tiene en la vida. Pero otro agente socializador, el
segundo en importancia en edad escolar, es el colegio y dentro de este nosotros
como docentes podemos tener un papel importante e influir en que a pesar de que
existan situaciones no educativas en la práctica de actividad física, nuestros
alumnos puedan sacar ventaja de ellas y “darle la vuelta a la tortilla”.
La última idea la quiero plasmar
con el siguiente video (#BecauseOfMom) en el que en el primer minuto, nuestra
valoración puede ser que el movimiento no es educativo, ya que los niños sufren
en cada caída y cada fallo, pero en el siguiente minuto y gracias al papel de
sus madres, consiguen sus objetivos y se puede llegar a la conclusión de que el
movimiento sí es educativo.
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